Como en otras industrias, los frigoríficos de pollos generan desperdicios que pueden provocar altos niveles de contaminación. En el caso de la producción aviar, la sangre es un subproducto reutilizable pero, para ello, debe procesarse rápidamente; de lo contrario, comienza a deteriorarse, por lo que muchas veces se desecha. Es por esto que investigadores de la Facultad de Ciencias Veterinarias ensayan un método para prolongar la vida útil de la sangre a partir del desarrollo de un cultivo bioprotector, esto es, un conjunto de microorganismos que al crecer desarrolla ciertas características que evitan que las bacterias deteriorantes puedan tomar el control de la fermentación y provocar la putrefacción.
“La idea es reutilizar la sangre aviar como producto que pueda incorporarse a la cadena agroalimentaria. Así, se aprovecha algo que de otro modo sería un desecho que, por su alta demanda de oxígeno, es capaz de perjudicar a la flora y la fauna de los ecosistemas acuáticos”, detalló el veterinario Laureano Frizzo.
Como materia prima, la sangre aviar es rica en proteínas de alto valor biológico, por lo que, si se procesa en forma adecuada, puede usarse como insumo alimentario en la elaboración de balanceados para consumo animal. La sangre aviar, continuó el investigador, “se deteriora muy pronto, al igual que ocurre con la leche. Pero, en la industria lechera ya hay una infraestructura y una cadena más consolidada que hace posible el procesamiento adecuado”.
En el laboratorio
Para desarrollar el cultivo, en una primera etapa los investigadores seleccionaron los microorganismos con los que iban a trabajar. “Nos orientamos hacia las bacterias acidolácticas que durante su crecimiento producen ácido láctico, un fuerte inhibidor de microorganismos deteriorantes. Podemos agregar otras, pero preferimos usar las que son propias de ese ambiente. Las identificamos, evaluamos cómo crecen en distintas condiciones para luego seleccionar las más adecuadas”, señaló Frizzo.
Los investigadores cuentan con cerca de 150 aislamientos y el próximo paso es reintroducirlos en la sangre para que crezcan. “La sangre, a diferencia de la leche, no tiene azúcares, que es lo que usan los microogranismos para crecer. Necesariamente, hay una segunda etapa, en la que vamos agregar un aditivo que ayude a esta bacteria a crecer”, aclaró Frizzo. La idea es utilizar distintas barreras: unas que ayuden a los microorganismos deseables y otras que eviten el crecimiento de los indeseables.
Proteínas para animales
Entre el 95 y 99 por ciento de la sangre está constituido por proteínas, que pueden ser aprovechadas tanto para consumo humano como animal. “En el caso de la de origen aviar, descartaría el destino de alimentación humana porque las condiciones en que se recoge todavía no son adecuadas. Esto hace que haya una alta carga de microorganismos indeseables desde el momento de la recolección. La manipulación de pollos es más complicada que la de los bovinos. El ambiente está más contaminado y eso repercute en la calidad de la sangre. Existen métodos de higienización que podrían aplicarse, pero en general se apunta a aprovecharla para alimentación animal, en la elaboración de balanceados”, detalló.
El trabajo comenzó en 2009, en el marco de los Cursos de acción para la investigación y el desarrollo, una iniciativa en la que se articulan los sectores académicos y productivos a fin de afrontar los desafíos propios de la región. En esta ocasión, participa un frigorífico entrerriano, “Las Camelias”, que apostó a la investigación como estrategia de innovación.
Esta empresa frigorífica cuenta con la tecnología para secar la sangre que luego será reutilizada. Por eso su interés, al igual que el de los investigadores, es posibilitar condiciones adecuadas de transporte para que la materia prima llegue del frigorífico a la procesadora en buen estado.
Fuente: Infouniversidades/Universidad Nacional del Litoral