noviembre 30, 2024 4:38 PM

“El mejor aliado del éxito es el tiempo”

El Centro Comercial El Limón es la edificación que acuna las oficinas administrativas de Serveco. Al entrar al local de la empresa, el ambiente se torna familiar, no por haberlo visitado antes sino por la amabilidad con que te tratan desde los seres humanos hasta los muebles del lugar. Luego del respectivo anuncio, el Doctor Francisco Rodríguez (FR) nos abre las puertas de sus luchas y de su proclama de independencia: Su empresa, más adelante entenderán el porqué.
– ¿Cuándo y dónde nació? (La fecha si la quiere o la puede decir).
FR: (risas) La edad siempre hay que ocultarla. No, mentira (se aclara la garganta). Yo nací el 15 de mayo de 1954, en San Fernando de Apure.
– ¿Cómo está compuesta su familia? ¿Cuántos hermanos tiene?
FR: Del matrimonio de mi papá y mi mamá somos 5, tres varones y 2 hembras; yo soy el menor de los varones. Ahora, mi papá sí tiene más hijos, por fuera del matrimonio son 25 hermanos, adicionales. Mi papá como todo buen llanero, el hombre acostumbraba a esa vida. Llanero era aquel que tenía dos, tres o cuatro mujeres; mientras más mujeres tenía, más macho era… la época aquella.
– ¿Qué es lo que más recuerda de su niñez?
FR: Bueno, a mí me gustaba mucho andar con mi papá; de cuándo yo estaba chamo siempre recuerdo de esa época. Para mí era un honor andar con mi papá en sus labores, en sus viajes, donde quiera que fuera él. Ese es un recuerdo que tengo yo del llano, de esa vida, de eso que se vivió; básicamente eso.
– ¿Usted constantemente sigue viajando para allá? ¿A la casa familiar?
FR: La casa familiar ya no está pero mi papá sí está allá, mi papá es ganadero de una finca, entonces, yo siempre lo visito, todos los años en el mes de agosto, me paso con él allá unos 20, 30 días, compartiendo con él todavía. Está viejito, tiene 84 años pero, bueno, es el papá de uno; y uno comparte con él esos momentos que la vida le ha dado, que está regalando en exceso.
– ¿Tiene hijos?
FR: Tengo una hija. Tiene 16 años, va a estudiar medicina, ya comienza ahorita en noviembre, a finales de este mes comienza en la Morita.
– ¿Qué representa la familia para usted?
FR: (responde con la rapidez que ahuyenta las dudas) La familia es lo más importante… para mí la familia tiene un gran valor, representa todo; todo lo que yo soy es mi familia.
– ¿Usted es médico Veterinario?
FR: Sí, Médico Veterinario graduado aquí en la Central, en el año de 1981.
– ¿Le gustaba estudiar?
FR: Por supuesto, no era una obligación, era un cariño de hacerlo y todavía.
Narra como el contexto en que fue criado (la finca ganadera de su padre en el pleno Apure) lo llevó, inevitablemente, a los brazos de la Medicina Veterinaria, oficio que lo apasiona y al que ha dedicado su vida profesional.
Asimismo, expresa los sueños que albergaba de poder tecnificar la finca de su padre; analizando las realidades e investigando las nuevas soluciones que ofrecía la tecnología y la ciencia con sus incesantes avances. Por ello, al graduarse fue en pos de esa meta, sin embargo, su padre no miraba con buenos ojos esas nuevas ideas para hacer las cosas, eso que los psicólogos llaman la resistencia al cambio.
Asumiendo retos
Rodríguez explica que al no poder lograr ayudar (como él quería) a su padre, decide comenzar a trabajar con una compañía de la industria de la salud animal en el departamento de ventas pero siempre con un sueño aleteando en el ojo de su mente: La independencia laboral, el tener su propio negocio. Esa idea tenía demasiadas ganas de besar la realidad, por ello, Rodríguez renunció a su trabajo, luego de dos años.
Recuerda haberse dicho: “Es el momento, soy joven, tengo los conocimientos, la capacidad y conozco el mercado; entonces ¿Para qué esperar?”. Para este veterinario, el tiempo es el aliado del éxito y las oportunidades tocan una sola vez a la puerta. Por tal motivo, ni el hecho de que en pocos meses sería padre lo hizo decaer en su afán de crear su empresa. Tal vez, inconscientemente, esa nueva vida sirvió como un estimulo para continuar luchando por el objetivo trazado.
De esa manera, se da inicio a una serie de aventuras perfectamente delineadas por la mano invisible de Dios (ser en quien Rodríguez cree fervientemente). Su esposa fue, en esos momentos, y continúa siendo su gran apoyo. Él así lo expresa, diciendo que nadie puede hacer nada si no tiene un buen compañero (a) a su lado.
Por eso, se apoyaban mutuamente. Él creó un programa en computadora, en aquel momento, cuándo el MS-DOS era el Windows de hoy en día, para administración. Programa con el que su esposa trabajaba para diversos colegios de Maracay, mientras Serveco nacía, crecía y se consolidaba.
Cuenta entre risas, como en una ocasión le ofrecieron hacer un trabajo, en el que tenía que separar con medidas determinadas azul de metileno y empaquetarlo en sus respectivas bolsitas; el trabajo fue aceptado, con él se inició la búsqueda para llevarlo a cabo. La mejor manera (pensó Rodríguez, en ese entonces) era hacerlo en el patio de la casa de su mamá, en San Jacinto. Él tenía las máquinas y el espacio era idóneo… sólo un detalle se escapó de la evaluación: El azul de metileno salió volando en pequeñas partículas, llenando del color del cielo las paredes blancas de la casa de su madre y de algunos vecinos, las calles, muebles y personas que se toparan a su paso. Además, llovió y el metileno se convirtió en una acuarela unicolor. Mientras los vecinos afectados hacían su fila para reclamar.
Al final, Rodríguez tuvo que hacer lo que quiso evitar desde el principio: Pagarle a otros para que hicieran el trabajo. Lo gratificante, es que se cumplió el objetivo y los que vivieron la experiencia, podrán decir que un día el mundo se vio a través de un espejo azul.
Serveco continuó creciendo, llenando de anécdotas, maquinas en depósito (que ahora son funcionales) y risas, su propia historia.
Una asociación gremial
Rodríguez rememora sus inicios con la Asociación Venezolana de Industrias de la Salud Animal (AVISA), contando como al principio era visualizada por las pequeñas empresas del sector como un conjunto de empresas grandes que sólo velarían por sus intereses. La percepción cambió con el tiempo y por eso, Serveco se inscribió.
De igual manera, señaló que él, junto con otros miembros de la asociación realizaron un “complot” para mudar la sede de AVISA desde Caracas hasta Maracay; antes de la votación ya tenían la mayoría necesaria para aprobar la decisión. “Parece que no nos equivocamos”, reflexiona Rodríguez al respecto.
Asimismo, narró de su lucha por hacer de AVISA una asociación gremial, donde se plantearan las dificultades sufridas por el medio y se buscaran las soluciones. A la par, que las empresas podían encontrar apoyo para sus problemas; más allá de la sana competencia y deslastrándose de egoísmos.
Mayor participación del Estado
En sus meditaciones sobre la situación de la salud animal en Venezuela, Rodríguez ha llegado a la conclusión de que se necesita una mayor participación por parte del Estado; mientras se aumenta el soporte para los médicos veterinarios y para las industrias del sector.
No obstante, aclara que esa participación debe ser llevada a cabo, no sólo con letras sobre papel porque ya hay muy buenas normativas. El problema, según Rodríguez, radica en que no se cumplen y el ente rector (Estado) no regula.
Católico comiendo dulce de leche
– ¿Cuál es su dulce preferido?
FR: El dulce de leche (casi parece poder saborearlo)… pero el hecho con panela y con la leche que se corta sola, sin limón.
– ¿Su día favorito de la semana?
FR: El viernes porque ya viene el fin de semana para descansar porque, a veces, es fuerte.
– Sí pudiera retroceder el tiempo y cambiar algo de su vida… ¿Cambiaría algo? ¿Qué?
FR: (lo piensa un momento y responde con seguridad) Nada, no cambiaría nada. – Agregando que si las cosas suceden es porque esa fue la decisión de Dios, expresión que le abre el paso a la próxima pregunta.
– ¿Cree en Dios?
FR: Sí, soy Católico practicante (su expresión se llena del orgullo que nace de la convicción)
– Si se encuentra con Dios en un plano terrenal ¿Qué sería lo primero que le diría?
FR: Gracias por todo, tal y como lo hago todos los días.
La grabadora se apaga, finaliza la entrevista con este hombre de mirada franca y directa, propia del que no tiene nada que esconder. El silencio de la oficina parece perpetuar el eco de sus palabras, mientras él continúa sentado en la silla con la actitud de quien se siente cómodo dentro de su propia piel. El tiempo no se detiene, sigue aleteando las veleras del éxito y Dios escribiendo la historia.

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