Lo he dicho en el pasado, no se puede hacer responsable a un niño del cuidado de los animales, ya sea un perro o un gato. Pero eso no significa que no pueda cuidarle.
Me explico: no se puede pretender que un niño asuma la responsabilidad de sacarle a pasear, llenarle el bebedero de agua fresca, el comedero de alimento a su hora y cepillarle. Sí, no parecen tantas cosas, pero es mejor no engañarse. Si delegamos en el niño el perro pasará, hambre o sed, estará sobrealimentado y en ocasiones se verá obligado a hacer sus necesidades en casa.
Aunque el perro o el gato sea una petición del niño que estamos atendiendo y él jure y perjure que se encargará de él, los padres debemos ser conscientes de que la responsabilidad última será nuestra. Que ese animal será nuestro. Que un perro o un gato viven muchos años y es probable que cuando el niño comience la universidad, a trabajar, a tener sus parejas, a viajar… a asentar las bases de su vida futura en definitiva, es probable que ese animal acabe siendo 100% para nosotros.
Si no se está dispuesto a ello, mejor no adoptar ningún animal.
Pero como decía al principio, sí que podemos implicarles en su cuidado, sí que puede ayudarles a entender lo que es una responsabilidad. Pueden dar muchos paseos, pueden jugar mucho con ellos, pueden ayudarnos a alimentarles y acompañarles al veterinario. Los animales pueden ser un instrumento muy importante en su educación, enseñarles muchos valores.
Fuente: 20 Minutos