La dieta definitivamente afecta el sabor de la leche de todos los mamíferos. Un estudio hecho en 2008 en la Universidad de Copenhague les dio cápsulas con sabores a madres lactantes y encontró que el sabor llegaba a la leche materna en cuestión de minutos.
Y los productores de leche saben desde hace tiempo que la maleza en el pasto puede cambiar el sabor de la leche del ganado.
Se dice que el queso francés Gruyère de Comté sabe distinto si está hecho con leche de las vacas que pastan en las montañas de las que lo hacen en el valle.
Alimentar al ganado con fresas o frutillas puede sonar extravagante, pero a los agricultores de frutas a menudo les sobra parte de la cosecha, pues no es de la calidad apropiada para poderla vender.
Un estudio de 2007 estudió la práctica de alimentar a las vacas con peras y duraznos, pero no mencionó ningún efecto en el sabor de la leche. Esto quizás se debe a que el sabor de las frutas no permanece por mucho tiempo; el estudio de Copenhague encontró que los sabores de frutas no cítricas sólo afectaba la leche durante unas pocas horas.
Se le puede añadir sabor a fruta a la leche indirectamente, pero eso no siempre es deseable.
El Laboratorio de Investigación de Lácteos de Australia experimentó en 1989 con un suplemento de avena y semilla de girasol en el pienso, como una forma de aumentar el contenido graso de la leche.
Los investigadores descubrieron que la avena estimulaba la bacteria en uno de los compartimentos del estómago de la vaca a que tornara el aceite de girasol en un químico llamado gamma-dodec-cis-6-enolactnone.
Eso le daba a la leche un marcado sabor a frambuesa… y no sólo a la leche, también a la carne.
Fuente: El Nacional