El peri parto o periodo de transición es la etapa comprendida entre las tres semanas antes del parto y las tres semanas posteriores al parto. Más que en ninguna otra etapa de su vida productiva, la vaca padece fuertes cambios en el sistema endocrino y un alto nivel de estrés que causa la liberación de cortisol hacia el torrente sanguíneo, lo cual disminuye el apetito, afecta la respuesta inmune y aumenta la susceptibilidad a enfermedades.
El peri parto puede dividirse en 3 etapas; el preparto, el parto y el post parto, durante estos periodos la vaca necesita ser apoyada con un manejo nutricional adecuado y un programa de medicación dirigido a reducir el efecto negativo de los desafíos del medio ambiente y los sistemas de producción.
Preparto
El último mes de la gestación es una etapa crucial en la vida de la vaca. Los factores estresantes se van acumulando desde el inicio del periodo seco con los cambios de grupos por movimientos de corral. Durante esta etapa la vaca reduce su consumo de alimento muy a pesar de que la demanda de nutrientes se incrementa por el crecimiento fetal. Los nutricionistas intentan cubrir los requerimientos con dietas especiales para este periodo, no obstante, la incidencia de vacas con problemas metabólicos es alta.
La hipocalcemia es una de estas enfermedades metabólicas asociadas al estrés que provocan los sistemas intensivos de producción. La hipocalcemia subclínica no es fácilmente detectada por el granjero, puede llegar a afectar al 33% del total del hato y hasta al 50 % de las vacas adultas. La hipocalcemia clínica (fiebre de leche) puede presentarse entre el 3 y el 7%. Las vacas multíparas están en mayor riesgo de padecer distocias o prolapsos uterinos causados por hipocalcemia, debido a una reducción de su capacidad para llevar a cabo las contracciones de las fibras musculares del útero. La baja concentración de calcio plasmático afecta también la motilidad intestinal, la amplitud y frecuencia de los movimientos del rumen, el apetito y el consumo de materia seca. También están relacionadas con la hipocalcemia; la retención de placentas, un aumento en el intervalo parto concepción, la cetosis, el desplazamiento del abomaso y la inmunodepresión.
El nivel de calcio circulante no es un indicador de deficiencia de calcio en la dieta. Las concentraciones de calcio en la sangre son el resultado de una combinación entre el calcio consumido en la dieta con el calcio movilizado desde los huesos. Cuando la vaca recibe dietas altas de calcio, satisface sus necesidades y en consecuencia los mecanismos de transporte activo y de resorción ósea se deprimen.
La deficiencia de magnesio es concomitante en el desarrollo de la hipocalcemia debido a que el metabolismo de la vitamina D y la liberación de hormona paratiroidea (HPT) son magnesio dependientes. La vitamina D facilita el movimiento de iones de calcio hacia el fluido extracelular y la HPT promueve la resorción ósea
Para reducir riesgos de hipocalcemia los nutricionistas recomiendan bajar el contenido de calcio en la dieta durante las 2 últimas semanas de la gestación con el fin de asegurar que el sistema de resorción ósea funcione adecuadamente durante el parto y la lactancia.
Los veterinarios recomiendan también, la aplicación parenteral de fósforo orgánico y vitamina D durante el preparto.
La inyección de fósforo provoca una rápida elevación del fósforo en la sangre, lo cual estimula el sistema de resorción de calcio desde el hueso para restaurar la relación homeostática sérica entre el calcio y el fósforo.
La Vitamina D participa en el control de la movilización del calcio en los huesos y el intestino y es fundamental en la regulación de los niveles de calcio plasmático y la calcificación ósea. Durante la última fase de gestación y la lactancia los requerimientos de vitamina D son más altos debido a la formación del sistema óseo del feto y la necesidad de movilizar mayores cantidades de calcio y fósforo para la producción del calostro y la leche. Si se asegura un buen aporte de vitamina D el becerro desarrolla un esqueleto fuerte y una buena dentadura. La deficiencia de vitamina D produce raquitismo, retraso en el crecimiento, encorvamiento anormal de los huesos largos y fracturas.
El calcio representa el 1.5% del peso corporal. Los requerimientos de calcio cambian con la etapa productiva, la edad y la orientación zootécnica.. En ganado de carne, la vaca preñada requiere un 0.18% del consumo de materia seca, la vaca lactando necesita el 0.27%. Los animales en crecimiento requieren el 0.31% para un óptimo desempeño. La vaca lechera que produce de 30 a 50 litros de leche al día, necesita entre un 0.5% y un 0.7%.
Tabla 1. Concentración de calcio en sangre en vacas con diferentes grados de hipocalcemia
El fósforo es un elemento indispensable que participa en los procesos bioquímicos del organismo relacionados con el metabolismo energético, la reproducción y el crecimiento. Representa el 1% del peso corporal, está fuertemente ligado al metabolismo del calcio y de ellos depende el buen funcionamiento del sistema musculo esquelético. La vaca lechera requiere un 0.48 % de fosforo de su consumo de materia seca.
El selenio es un oligoelemento que participa en los procesos de protección de las membranas celulares contra el daño causado por las sustancias oxidantes que resultan del metabolismo celular. Tiene una interrelación importante con la vitamina E.
El selenio es requerido en pequeñas cantidades (trazas). Tanto el consumo deficiente como el exceso causan problemas de salud en los animales. El NRC (National Research Council) recomienda que las raciones contengan 0.1 partes por millón (ppm) de selenio. El consumo vaca día no debe ser mayor de 3 miligramos en vacas de carne. En vacas lecheras de alta producción se recomienda suplementar con 3 mg de selenio durante el periodo seco y hasta 6 mg de selenio al día durante la lactancia para mantener niveles adecuados en sangre. Los problemas por deficiencia de selenio son más comunes durante el periodo seco y al principio de la lactancia debido a una baja ingestión de alimento.
El mejoramiento genético en el ganado de carne ha desarrollado animales con grandes masas musculares, lo cual implica una mayor demanda de selenio. La deficiencia de selenio en becerros es evidente cuando se observa degeneración muscular (enfermedad del músculo blanco), pero los efectos negativos pueden ser subclínicos y en la mayoría de los casos pasan desapercibidos si no se llevan buenos registros y no se observa minuciosamente el comportamiento productivo del hato. La deficiencia subclínica en los becerros causa pobre respuesta a la vacunación, síndrome de crecimiento deficiente, distrofia muscular nutricional subclínica, becerros letárgicos, muerte súbita de los animales afectados y susceptibilidad a enfermedades infecciosas como diarrea y neumonía. En vacas el consumo deficiente de selenio aumenta la incidencia de retención de placentas, anestro, quistes ováricos, ciclos irregulares, mastitis, abortos, mortinatos, y detrimento de los parámetros reproductivos como el índice de concepción.
En el ganado lechero bien alimentado, cuando el aporte de selenio en la dieta es suficiente, la aplicación de selenio vía parenteral puede ser peligrosa y dar como resultado que algunos animales presenten signos de intoxicación aguda tras la inyección. En estos casos es recomendable supervisar los niveles sanguíneos de selenio del hato antes de implementar la aplicación de selenio como programa de medicación.
La vitamina A mantiene la estructura y el funcionamiento normal de las células epiteliales, las funciones glandulares en su nivel fisiológico, participa en la función de los osteoblastos y el crecimiento óseo, en el desarrollo del embrión y el feto, la formación de la placenta, favorece el nacimiento de becerros sanos y acelera la involución uterina, aumenta la actividad sexual del toro y es necesaria para la espermatogénesis.
La carencia de vitamina A en la vaca ocasiona la presentación de celos silenciosos, retraso en la ovulación, quistes ováricos, reabsorciones embrionarias y retención de la placenta. La carencia de vitamina A en el toro causa degeneración del epitelio germinativo en los túbulos seminíferos con la consecuente disminución de la concentración y la motilidad espermática.
Aplicar un tratamiento parenteral con fósforo, selenio y vitaminas A y D un mes antes del parto y al inicio de la última semana de la gestación ayuda a reducir el efecto negativo de las deficiencias ocasionadas por el estrés de la producción. El objetivo de este tratamiento es:
• Tener partos más vigorosos.
• Reducir la incidencia de hipocalcemia, distocias e inmunodepresión.
• Asegurar la biodisponibilidad de vitaminas A y D en el preparto.
• Ayudar a la vaca para elaborar un mejor calostro e influir en la vitalidad del recién nacido.
• reducir la incidencia de infecciones puerperales.
Se recomienda otra aplicación de fósforo, selenio y vitaminas A y D a los 30 días postparto, para favorecer el retorno a la actividad cíclica del ovario.
La dosis de aplicación parenteral de fósforo orgánico es de 10 mg/kg. Esta inyección provoca una elevación de los niveles de calcio en sangre, incrementa la glucemia, disminuye la movilización de grasa periférica y la formación de cuerpos cetónicos.
Parto
El parto es un evento de alto riesgo tanto para la salud como para la vida de la vaca, la cual, en ese momento, debe estar en condiciones físicas y sicológicas adecuadas. La hipocalcemia, la hipomagnesemia, la hiposelenemia, la edad, la falta de ejercicio, la desproporción feto pélvica, las malas presentaciones, posiciones o posturas del feto, la torsión uterina, la estenosis cervical, las gestaciones gemelares y las intervenciones inadecuadas pueden ocasionar dificultades durante el parto (distocia).
La hipocalcemia causa distocia por inercia uterina, equivale al 10% del total de distocias y sucede cuando a pesar de que el cérvix está dilatado las contracciones miometriales son demasiado débiles para expulsar al feto.
Post Parto
Después del parto, la inmunodepresión, los altos niveles de cortisol circulante por periodos prolongados, la hipocalcemia y el balance energético negativo son condiciones de alto riesgo para que las vacas padezcan enfermedades metabólicas, retención de placenta, metritis, retraso de la involución uterina, anestro, celos silenciosos, quistes ováricos, ovulación retardada, muerte embrionaria, abortos y trastornos metabólicos como cetosis, fiebre de leche o desplazamiento del abomaso.
En la vaca lechera, el fósforo contenido en el tejido hepático disminuye durante el postparto temprano debido a una reducción del citosol. Esto provoca una disminución de la disponibilidad de glucosa debido a que el fósforo juega un papel muy importante en el metabolismo hepático del glucógeno (M Fürll et al.,2009, Journal of dairy science).
La aplicación de fósforo inyectable durante el periparto ayuda a restaurar el sistema de glugenolisis en el hígado. La Glucogenolisis es el proceso mediante el cual los depósitos de glucógeno se convierten en glucosa. Si el aporte de glucosa es deficiente, el glucógeno se hidroliza mediante la acción de las enzimas fosforilasa y desramificante, que producen glucosa-1-fosfato, que pasa a formar, por medio de fosfoglucomutasa, glucosa-6-fosfato, la cual por la acción de glucosa-6-fosfatasa, sale de la célula en forma de glucosa, tras pases previos a glucosa-1-fosfato y glucosa-6-fosfato
La Glucogénesis es el proceso inverso al de glucogenolisis. La vía del glucógeno tiene lugar en el citosol celular y en él se requieren tres enzimas, uridina difosfato (UDP)-glucosa pirofosforilasa, glucógeno sintasa y la enzima ramificadora, amilol (1,4 -> 1,6) transglicosilasa, un donante de glucosa, UDP-glucosa, un cebador para iniciar la síntesis de glucógeno si no hay una molécula de glucógeno preexistente y energía.
La regulación del metabolismo del glucógeno es un proceso muy complejo y todavía no bien conocido. En él hay que considerar dos niveles: alostérico y hormonal. El control alostérico depende fundamentalmente de las acciones de las enzimas fosforilasa y glucógeno sintasa. A nivel hormonal, la adrenalina en el músculo y en el hígado, y el glucagón solo en el hígado, estimulan el fraccionamiento del glucógeno. Aunque la acción de la insulina no es bien conocida, al tratarse de una hormona anabólica, se asume que estimula la síntesis e inhibe la rotura del glucógeno.
Durante el post parto la vaca necesita mucha energía y si el proceso de metabolización del glucógeno como fuente de energía es insuficiente, se activa la movilización de grasa y su utilización para generar glucosa. Este proceso puede generar saturación grasa de los hepatocitos y grandes cantidades de cuerpos cetónicos en la sangre, con graves repercusiones en la salud de la vaca y su desempeño productivo.
En los sistemas intensivos es prioritario que la vaca quede gestante de nuevo, para obtener crías y lactancias cada año. Para que esto suceda, el útero debe estar involucionado, el endometrio totalmente regenerado, la contaminación bacteriana del útero debe ser eliminada y la actividad cíclica del ovario normalizada dentro de los primeros 45 días.
Durante los días posteriores al parto el cérvix permanece dilatado, condición que permite la entrada de bacterias dentro del útero. El 90 % de las vacas padecen una invasión bacteriana en el útero, la mayoría de estas bacterias deben ser eliminadas por el sistema inmune dentro de las primeras 4 semanas, pero algunas vacas desarrollan infecciones que causan inflamación, daño al tejido endometrial y retraso de la involución uterina.
Las endometritis agudas se caracterizan por descargas vaginales de olor fétido. Son causadas por Arcanobacterium pyogenes, Escherichia coli, Manheimia haemolytica y estreptococos no hemolíticos. Estas infecciones pueden avanzar a septicémicas con toxicidad severa y ponen en peligro la vida de la vaca.
Las endometritis crónicas producen secreciones purulentas, detectadas a partir de la tercera semana postparto, son causadas por A. pyogenes, F. necrophorum y Proteus.
Tanto las endometritis crónicas como las formas subclínicas causan infertilidad post parto, ya que, comprometen la supervivencia del embrión, suprimen la secreción de LH y afectan el crecimiento folicular.
Se han utilizado antibióticos vía intrauterina para el tratamiento de las infecciones del tracto reproductivo, pero la vía parenteral resulta más eficaz , ya que se puede llegar hasta lugares más profundos del tracto genital como son los ovarios, la pared uterina y los oviductos. Es importante considerar que la prevalencia de salpingitis puede llegar a ser de hasta 16%.
Dada la alta incidencia de infecciones uterinas, se recomienda la metafilaxia parenteral con antibióticos a todas las vacas inmediatamente después del parto, con el propósito de disminuir el nivel de desafío bacteriano. Esto sirve de apoyo para el sistema inmune y evita el desarrollo de infecciones severas en el tracto reproductivo y los procesos septicémicos relacionados.
Los antibióticos más utilizados para este propósito son la penicilina, la oxitetraciclina y el ceftiofur.
El ceftiofur es una cefalosporina de tercera generación con actividad bactericida, eficaz contra bacterias Gram -, Gram + y con resistencia a la enzima beta lactamasa.
La aplicación parenteral de ceftiofur a las dosis recomendadas alcanza concentraciones terapéuticas en suero, endometrio y cotiledones durante 24 horas. La dosis metafilactica es de 1 a 2 mg/kg. Cuando ya se ha desarrolado una infeccion uterina, se recomiendan 3 mg por kg cada 24 horas durante 3 a 5 días. Los casos severos deben acompañarse de un AINE como meglumina de flunixin, antihistamínicos y reconstituyentes.
Para favorecer el proceso de la expulsión de la placenta y prevenir el desarrollo de infecciones uterinas, se recomienda aplicar prostaglandina F2 alfa a las 12 y a las 48 horas después del parto.
La prostaglandina F2α participa de manera importante durante el parto, la expulsión de la placenta y la involución del útero. Hay evidencias de que la PGF2α participa en el mecanismo de desprendimiento y eliminación de la placenta. Las vacas que retienen la placenta tienen menores concentraciones de PGF2α en sus placentomas que las vacas que la eliminan en el tiempo adecuado. Durante el puerperio normal, las concentraciones de PGF2α determinan el tiempo que dura la involución del útero. La administración experimental de PGF2α cada 12 horas, del día 3 al 10 posparto, propició un acortamiento del periodo de la involución.
Después del parto, el ovario reinicia su actividad, desarrollándose el reclutamiento y la selección de folículos con inicios de ondas foliculares aproximadamente cada 10 días. El desarrollo del folículo dominante y la ovulación es dependiente de la actividad de la LH, la cual está ausente en este periodo debido a la baja actividad del hipotálamo.
La inyección de un análogo de GnRH a los 14 días post parto ha demostrado ser efectiva para inducir la ovulación en el 80% de las vacas tratadas. Tras la ovulación, se forma un cuerpo lúteo, el cual, 10 a 14 días después se puede lisar con PGF2alfa y 48 a 72 horas después la vaca entra en celo. Este tratamiento ayuda a que la vaca tenga al menos 2 celos antes de terminar el periodo de espera voluntario. Esto incrementa las posibilidades de que quede gestante en el primer servicio.
Un programa de tratamientos durante el peri parto está dirigido a estimular la recuperación de la actividad ovárica, prevenir la formación de quistes, favorecer la primera manifestación de calor, mejorar la fertilidad en la primera inseminación artificial, reducir el intervalo parto concepción e incrementar la tasa de preñez.
Fuente: Ganadería.com