Hay varios ejemplos en la naturaleza de parásitos que manipulan el comportamiento de su huésped para lograr sus propias metas reproductivas, y lo hacen perder el control de sus movimientos y acciones. Todavía no se entienden bien los mecanismos de que se valen los parásitos para modificar el comportamiento de sus huéspedes.
Puede ser que el parásito secrete sustancias neuroactivas que provoquen cambios en el comportamiento del huésped, o bien que la presencia del parásito influya en la bioquímica del propio huésped o la altere, provocando así la modificación del comportamiento.
No es fácil distinguir entre estas dos posibilidades. Aun en los casos en que se han identificado secreciones del parásito que tienen efectos neurológicos, no está lo bastante claro si las sustancias se secretaron con fines de manipulación o con otros propósitos, digamos supresión inmunológica.
La mitad de toda la vida en la Tierra es parasitaria, pero son raros los casos en los que un parásito puede tomar el control de su huésped. A menudo, los parásitos sólo acarrean enfermedades (como la malaria en los humanos) o mordeduras molestas, como las chinches, explica David Hughes, profesor de Entomología y Biología en la Universidad Estatal de Pensilvania, en Estados Unidos, quien estudia los escenarios zombi de la vida real de las hormigas.
Cada organismo que se observa tiene su propio parásito, pero solo una pequeña proporción de ellos ha evolucionado hasta lograr este truco cruel de manipular el comportamiento del huésped que infectan. Los parásitos pueden vivir en el cerebro o los tejidos musculares y eso puede llevar a algunos comportamientos extraños.
Hughes estudia al ophiocordyceps, un grupo de hongos que existe en Tailandia que libera esporas que atacan la piel de las hormigas carpinteras. Toma entre 12 y 18 horas que la espora de los hongos crezca en la piel de una hormiga. Como resultado del hongo, la hormiga abandona su nido y tiene comportamientos convulsivos. Puede “caminar erráticamente en todo el bosque durante un par de horas”, dijo Hughes. Luego, la hormiga va a la parte inferior de una hoja y se cuelga de cabeza para morir, lo cual tarda aproximadamente seis horas. El hongo las hace mantenerse colgadas (de la hoja) incluso después de que están muertas. De la cabeza del cadáver de la hormiga brotan más hongos, que emiten esporas, infectando más hormigas. Esto ocurre en las hormigas desde hace aproximadamente 48 millones de años, en Alemania. El proceso ha sobrevivido varias generaciones.
Un estudio reveló que los genes de ciertos insectos están diseñados para que puedan infectar con parásitos a las orugas. En general muchas especies de avispas injertan sus huevos en estos gusanos, pero la avispa Glyptapanteles inyecta al huésped una dosis de pequeñas partículas virales. Este virus detiene el sistema inmunológico de las orugas, para que no ataque a los huevecillos dentro de su organismo, además inmoviliza al huésped evitando que pueda defenderse.
Los huevecillos se desarrollan parcialmente dentro de la oruga, después las larvas de las avispas manipulan a su huésped para que los proteja y alimente como una madre o guardián. La oruga se convierte entonces en un cascarón eternamente joven, hasta que las avispas nazcan. Cuando las larvas eclosionan, estas se alimentan de los líquidos corporales de su huésped, finalmente cuando están plenamente desarrolladas estas comen a través de la piel de la oruga y tras emerger de su huésped tejen sus capullos en el mismo. Lo más sorprendente de este momento es que la oruga sigue con vida, pero se comporta como si fuese controlada por los capullos de las avispas, y en vez de irse a resumir su rutina, la oruga se mantiene como arqueada sobre los capullos sin alejarse, ni siquiera para alimentarse.
Y no son los únicos parásitos que manipulan el comportamiento de sus huéspedes. Los gusanos gordianos, también llamados gusanos crin de caballo, pueden vivir en los cuerpos de los grillos durante mucho tiempo. Estos parásitos causan cambios en las expresiones de proteína cerebral que hacen que los grillos se pongan muy sedientos. El grillo se dirige a un charco de agua, donde muere, pero el gusano sale para aparearse con otros miembros de su especie.
Las ratas también exhiben comportamientos autodestructivos cuando son invadidas por los parásitos. El toxoplasma hace que las ratas pierdan su miedo a los gatos, y no corran cuando uno trata de atraparlas. Eso es lo que el parásito quiere: que el felino se coma al roedor para que el toxoplasma pueda pasarse al gato. Incluso nosotros, los humanos, podríamos no ser inmunes a las influencias de comportamiento de los parásitos. El toxoplasma infecta a los humanos, en proporciones mucho mayores en algunos países que en otros, y algunos investigadores estudian si esto podría afectar la personalidad.
La mayoría de las personas no presenta síntomas porque su sistema inmunitario usualmente evita que el parásito cause enfermedades. Pero la infección de toxoplasma puede crear problemas en ciertas poblaciones, como las mujeres embarazadas (que pueden pasar la infección parasitaria a sus hijos, causando ceguera o discapacidad mental) o las personas con sistemas inmunitarios comprometidos (como los pacientes en quimioterapia).
Los gatos pueden jugar un papel en la transmisión de toxoplasma a través de las heces. Es por eso que se aconseja estos pacientes mantener a sus gatos en interiores; evitar el contacto con la arena para gatos y tocar a los gatos callejeros.
Este parásito podría estar afectándonos sin que nos demos cuenta, según una investigación bastante controversial que sugiere que ciertos rasgos de la personalidad y culturales, como la neurosis, podrían estar correlacionados con niveles de toxoplasma gondii.
La teoría, de Kevin Lafferty, de la Universidad de California, Santa Barbara, en Estados Unidos, indica que los países con niveles más altos de infección pueden ser más propensos a tener “roles sexuales masculinos” más fuertes en sus sociedades. Estos, según la investigación, “refuerzan roles de trabajo tradicionales según el género, diferenciación de géneros, y se enfocan más en factores como el ego, ambición, dinero, posesiones materiales, autorrealización y trabajo que en las relaciones, personas, apoyo social y calidad de vida”.
El escritor de ciencia, Ed Yong, también postula que puede haber alguna interacción con el clima. Los huevos de toxoplasma gondii tienen una vida útil más larga en “regiones húmedas y bajas”. Los parásitos, el clima y la cultura pueden interrelacionarse.
Por supuesto, solo porque hay asociaciones entre el parásito y los rasgos de comportamiento, no significa que uno causa el otro. Obviamente, muchos factores influyen en los patrones culturales de los humanos. Si la idea de que los parásitos influyen en la cultura fuera cierta en cualquier medida, eso significaría que muchos de nosotros, en algún sentido, somos en parte zombis.
Hay muchísimo que investigar. La alteración de las concentraciones de serotonina en un huésped, por ejemplo, causa cambios en el comportamiento humano. Es muy probable que apenas un cambio en el segmento de una larga cascada bioquímica produzcan sensaciones o percepciones en el individuo, tales como, depresión, tristeza, hambre, euforia, etc. Hay que tratar de averiguar exactamente cómo inducen los parásitos los cambios de comportamiento de sus huéspedes. Hay que considerar, asimismo, que la modificación del comportamiento del huésped es una estrategia biológica muy extendida en la naturaleza y que reviste muchas modalidades. Se ha observado en hongos, bacterias, protozoos, nematodos, insectos y veinte etcéteras. Los cambios de comportamiento del huésped son de lo más variado, desde pequeños aumentos o disminuciones del tiempo qué éste dedica a una actividad dada hasta conductas suicidas verdaderamente espectaculares.
También hay que considerar que la manipulación del huésped no tiene que ser a fuerza neurológica. Un parásito sencillamente modifica la osmolalidad y la concentración iónica de la hemolinfa de su huésped, con lo que éste se ve compelido a acudir a beber agua más a menudo, que es lo que el parásito necesita para sus propios fines biológicos.
A quienes deseen profundizar en este tema les recomiendo buscar los trabajos de Robert Poulin, Frédéric Thomas, Martin Kavaliers, Douglas Colwell y Elena Choleris, entre otros. Entre los trabajos de Paulin me parecen muy útiles Evolutionary Ecology of Parasites.
Los zombis están en todos lados, desde exitosos programas de televisión como The Walking Dead hasta marchas multitudinarias en la Ciudad de México. Parecemos estar fascinados con estas criaturas horribles que están infectadas con una enfermedad desconocida que los obliga a gorgotear y ansiar cerebros. Estos zombis son, por supuesto, ficticios. Pero la idea de que un parásito pueda infectar y controlar a los animales es real. Es espeluznante pensar que nuestros pensamientos y por endes, nuestras acciones podrían estar influenciadas por algún tipo de parásito. Un buen libro de ciencia ficción podría ser escrito con un tema similar… esperemos que solo lo lleguemos a ver en las películas.
Fuente: Barinas.Net